terça-feira, 16 de novembro de 2010

Critica a VUELTAS

Dar vueltas entre dos
COMENTARIO
Por: Lázaro J. González González
Volver a los orígenes, retomar los caminos andados, las palabras aprendidas de la infancia y el calor típico de la cubanía, constituyen encrucijadas ante las cuales Teatro D´dos conmociona al espectador con su puesta en escena Vueltas que, escrita y dirigida por Julio César Ramírez, se estrenó recientemente en la sala Adolfo Llauradó de La Casona de Línea (vedado habanero).
En Vueltas, la compañía teatral habanera -fundada por Ramírez en 1997-, toca el sensible tema de la migración, desde su arista más severa: el éxodo impuesto, involuntario, la separación del tallo antes que la planta germine; circunstancia en la cual se ve envuelto el personaje del monólogo, quien, siendo muy joven fue apartado de sus padres y llevado a los Estados Unidos a través de la Operación Peter Pan.

Aquel suceso, sirve de trasfondo a los conflictos internos de Ernesto, protagonizado por el actor portugués Antonio Revéz , capaz de encarnar de manera creíble al cubano- americano que anhela incesantemente volver a su tierra natal, casi perdida en la memoria, lejana por ideologías y no por distancias geográficas.
La narración -a través de los desdoblamientos del actor- asume entonces la insistencia por evocar los rasgos de la nacionalidad adquiridos en la infancia y latentes aún al paso de 50 años, durante los cuales el muchacho no volvió a oler el polvo ni bañarse en los ríos de su natal Vueltas. Ahora convertido en un adulto y con un buen trabajo en Nueva York, Ernesto no puede desprenderse de aquellos primeros años que, como el título de la obra sugiere, dan vueltas una y otra vez dentro de su cabeza, instándolo a romper los arbitrios ideológicos de su padre adoptivo para recuperar sus verdaderas raíces.
De este modo aparece la agonía del desterrado involuntario, que tiene las maletas siempre dispuestas para un retorno que no parece posible. Mas, él no quiere ceder ante los obstáculos y confronta a la muchacha acostada a su lado, emigrante voluntaria. Por eso ella no puede entender cómo se siente. Esta contraposición también otorga buenos puntos dramáticos a la puesta, bastante fluida y sencilla dramatúrgicamente, pero que no pierde calidad artística.
El diseño teatral también resulta óptimo, apelando de igual modo a la simpleza constructiva, con una escenografía compuesta sólo por el espacio habitacional donde transcurre toda la trama, integrado a su vez por muebles (cama, butaca) y poca utilería (botellas, vasos). Tiene un mayor protagonismo el vestuario, que interviene coherentemente dentro de la propuesta escénica no sólo por el atuendo del personaje; sino además por la ropa interior dispersa sobre el colchón, los zapatos y otros elementos igualmente importantes como las maletas de viaje. Asimismo, la música, integrada por composiciones cubanas, acompaña los giros, acentuados correctamente por los efectos de luces.
Esta puesta, en la que el actor, director y dramaturgo Julio César Ramírez demuestra una vez más su experiencia en la dirección, sirve de homenaje a la vida de muchos niños, que fueron arrancados de su entorno y alejados de sus padres, por la operación Peter Pan, que dejó en ellos marcas indelebles.

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